
Por Carlos A. Díaz–Tufinio
En los últimos meses, la vida sociopolítica y económica de nuestro país ha sido, sin lugar a dudas, extremadamente intensa; catástrofes naturales, incidentes armamentísticos terribles, asesinatos y muertes desafortunadas, chismes políticos, accidentes aéreos, entre otros muchos eventos, parecen estarnos conduciendo a un creciente caos. Y en medio de estas oleadas de hechos desafortunados nos encontramos estudiantes y gente trabajadora, a quienes varias veces pueden no afectarnos directamente estos acontecimientos, pero algunas otras veces impactarnos muy de cerca. Ya sea una u otra situación, los medios de información tienen como labor mantenernos al tanto y destacar las noticias importantes; desafortunadamente, en esta tarea también suelen dirigir las miradas a hechos controvertidos de importancia bastante menor a los realmente importantes, distrayendo la atención de la sociedad y desatando polémicas normalmente basadas en suposiciones infundadas sobre asuntos que se prestan para esto.
En nuestros días, es bastante penoso notar que el destape o la dudosa sexualidad de un personaje público (¿resultan familiares nombre como Lady Gaga o Ricky Martin?) es una noticia más relevante y de mayor consulta que las muertes de estudiantes inocentes o tiroteos en sitios de nuestro país donde la gobernabilidad se ha perdido, situaciones desafortunadamente cada vez más frecuentes. Nuestro mundo hoy está girando a un ritmo más acelerado que hace 10 ó 15 años y, como sociedad educada y afortunada, no nos podemos dar el lujo de perder el tiempo y de distraer nuestra atención de la manera en la que nos lo dictan los medios. Debemos de aprender a reconocer aquellas cosas que valen la pena ser escuchadas y evaluar sólo los aspectos que nos conduzcan a una reflexión social mucho más profunda. La colaboración de todos nosotros y nuestro análisis e implementación de acciones son indispensables para el mejoramiento de nuestra situación actual, pues nuestro país -y el mundo- nos necesita.
Quizá sea un arma de doble filo la gran conectividad que tenemos como sociedad hoy en día, pues ciertos riesgos derivados de este exceso de comunicación se vuelven inminentes. Estos peligros se materializan y -es evidente hoy- merman nuestras capacidades de análisis y acción potencialmente, pues se ocupan las redes sociales principalmente para propagar chismes y primicias de artistas o para pasar horas interminables compitiendo con otros usuarios para ver quién gana haciendo crecer animalitos virtuales o fertilizando vegetales que no podrán alimentar a nadie. Tras los múltiples acontecimientos que están desgastando la estructura social ya de por sí endeble, me parece indispensable que nosotros como jóvenes transformemos este tipo de medios de comunicación en herramientas útiles para difundir opiniones valiosas, para unir nuestras voces y lanzar un grito de cambio y ya no más de conformismo y pasividad.
Por otro lado, causa una gran tristeza ver cómo se ha modificado la vida latente de las noticias en los medios que nos informan. Se ha llegado al punto de que lamentables tragedias con connotación de alerta para la sociedad no perduren 4 días en los periódicos, mientras que incidentes futbolísticos (¿caso Cabañas?) o detectivescos (¿caso Paulette?) puedan durar más de 3 semanas en las páginas principales y titulares. Esto se desprende principalmente del amarillismo, fines de lucro de la información y a la tergiversación de hechos, causando una desafortunada tendencia a que la opinión pública se concentre en indagar asuntos dudosos y oscuros, sin fundamentos y cuyo análisis no nos conduce a ningún cambio benéfico para el país.
¿Cuál es entonces una propuesta de solución ante este problema de mal enfoque de la información? Ayudemos a cambiar la mentalidad de la gente que se dejan llevar por la inercia de los noticiarios y no desplacemos hechos importantes por noticias basura o distractores intencionales, es decir, no quitemos el dedo del renglón en aspectos que nos dañan como sociedad; procuremos utilizar los medios de comunicación disponibles para investigar e informarnos correctamente y no nos guiemos ciegamente por la opinión publicada; en resumen, concentremos nuestras capacidades en forjar una opinión pública inteligente, analítica, propositiva y no conformista. Si logramos cambiar nuestra actitud respecto a la información que nos llega y nos preocupamos también por buscarla y difundirla en los sitios adecuados, la unidad, capacidad crítica y acción serán una constante en nuestro entorno y sólo así seremos capaces –en un futuro esperemos no muy lejano- de proponer acertadamente las soluciones para todos aquellos problemas que están por venir.