martes, 26 de octubre de 2010

Información y poder: La sociedad basada en el conocimiento


Carlos A. Díaz-Tufinio

Las tecnologías que mueven al mundo son claramente dinámicas. Éstas han evolucionado junto con las necesidades de la sociedad con el paso de los años y, quien logra tener el control sobre ellas es más fuerte ante las adversidades sociopolíticas y económicas. Sin afán de ser exhaustivo, en un breve esbozo retrospectivo se aprecia históricamente la clara transformación de dichas formas de dominio: a principios de las civilizaciones organizadas, por ejemplo la gran Roma de los emperadores, la demostración de poder era a través del dominio territorial y político, así como de la explotación de los recursos naturales dentro del imperio.

Posteriormente, muchos siglos después, la era industrial llegó y aquel que dominara los medios para la automatización, la manufactura mecánica y el secreto de los procesos productivos, tendría supremacía; finalmente, en las pasadas décadas, la oleada energética azotó fuertemente y el país con mayor riqueza de combustibles sería dominante, además de que sería quien dictara las reglas para establecer una dinámica internacional. Como ya se vio entonces, los temas centrales de cada periodo histórico dominan y articulan la maquinaria nacional e internacional, pues las naciones suelen adosarse a la economía suprema, dominante de la tecnología, para poder subsistir con – o de – ella.

Hoy en día, tecnologías variadas surgen como solución para paliar la gran necesidad social, derivada de la globalización, de urgencia de información inmediata y a través de grandes distancias. Así es como las telecomunicaciones y la ciber-tecnología ya son una parte fundamental de nuestras vidas, pues a pesar de que surgieron con un objetivo específico, distinto en algunos casos, éstas fueron capaces de adaptarse a las necesidades actuales. Con esto, el boom de consumo de dichas tecnologías se volvió acelerado y, a partir de los años 80, se empezó a gestar un interesante fenómeno global que surgiría primitivamente a mediados de los 90´s.

El fenómeno: el surgimiento de nuevas economías basadas en el conocimiento y su difusión; los ejes motores: el almacenamiento de información y la posesión de medios y capacidades para hacerlo, además de la actualización constante ante la acelerada desvalorización del conocimiento tras el surgimiento de nuevo; el resultado: un aumento exagerado de productos que incorporan conocimiento, tanto en volumen como en magnitud de su peso en el PIB de los países. Con el análisis anterior, coincidiendo con notables investigadores en esta materia [Jaime Aboites (2008) y Teresa González (2009)], se habla de que el conocimiento, la información, su distribución y actualización, se tornan artefactos de cambio y de generación de riqueza en nuestro nuevo siglo.

Con esta forma efímera de poder, la carrera por dominarla es invisible, pero crítica, y el tiempo se vuelve escaso. El reto ahora se basa en la capacidad de generación y actualización de la información, así como el mejoramiento de los medios para introducirla en la sociedad. Es por eso que, de manera técnica, además de la infraestructura tecnológica para distribuir la información, otro parámetro importante para poder saber el impacto de la distribución social del conocimiento es mediante la cuantificación de la capacidad innovadora de las organizaciones. Esto se realiza mediante instrumentos jurídico-económicos cada vez más importantes, siendo la patente el proceso más conocido y adecuado de innovación en el desarrollo de tecnologías. La conclusión obligada de este factor de medición es que en realidad poco sirve que una sociedad posea un alto nivel de formación o cultura científica si no es capaz de establecer buenas formas de innovación y protección a sus desarrollos. En el caso de México, es urgente una mejor y mayor formación científico-tecnológica, así como la agilidad en los procesos de innovación y protección científica.

Finalmente, se desprende que las nuevas sociedades basadas en el conocimiento tienen dos actividades principales. La primera, y más importante, es conocer; la gente debe ser capaz de saber llegar a la información, requiriéndose un medio eficiente de comunicación y protección a los autores. El segundo papel de la sociedad es convertirse en un motor de cambio social, aplicando todo lo conocido para generar innovaciones en sus respectivos ámbitos. Esto último es lo más significativo, y complejo, de las economías del conocimiento: ser capaces de generar soluciones novedosas en cualquier área mediante la transmisión de conocimiento. Por eso, ahora el más apto (país, sociedad, grupo o persona) será el que pueda poseer, almacenar, dosificar y generar esta poderosa arma, que es la información. He ahí nuestro reto...