Decir que la ciencia en México pasa por serias dificultades se ha vuelto un lugar común en los medios de comunicación e incluso en la charla cotidiana de algunos sectores de nuestra sociedad. El ámbito de la investigación se ha convertido en uno más de los temas donde el atraso de nuestro país es evidente y en apariencia no es posible resolver sin un gran acuerdo social por parte de nuestro Congreso para poder promover la inversión en el área. La urgencia por establecer un sector de innovación productivo y sólido se deriva de la necesidad de resolver enormes problemas sociales y ambientales a los que nos enfrentamos de una manera que aprovechemos al máximo los recursos humanos y naturales con los que contamos y al mismo tiempo construir escenarios que permitan la sustentabilidad a largo plazo de nuestro estilo de vida asegurando el bienestar de nuestra población. ¿Cómo fue que llegamos a esta situación? ¿De qué manera pueden resolverse los problemas a los que nos enfrentamos mediante la investigación? Intentaremos hacer un esbozo para responder estas dos preguntas.
¿México ha tenido una vocación científica durante su historia? La respuesta es en definitiva negativa. Desde que comenzó la Revolución Científica en el siglo dieciséis su impacto en el mundo ha sido complicado y desigual. La Europa de aquella época, caracterizada por conflictos religiosos y sociales muy importantes a la par del surgimiento de personajes capitales de la civilización occidental en un pequeño espacio de discusión como Europa Occidental guiados por una corriente de pensamiento liderada por Bacon, Galileo y Newton. Inspirada en el espíritu inquisitivo de los griegos enseñado en las Universidades, derivadas de las escuelas anexas a las grandes catedrales europeas, provocaron la conformación de grandes escuelas de pensamiento científico y trabajo de investigación guiado tanto por las universidades que comenzaron a incorporar ese conocimiento en la enseñanza y por la nobleza interesada en los nuevos conocimientos. La continuidad que se dio a los trabajos del siglo dieciséis, cristalizado en el proyecto enciclopédico al lado de formas tradicionales de producción como la agricultura o la metalurgia que se incluían pero todavía no eran trastocadas por esa tradición. La Revolución Industrial es el gran evento histórico donde la ciencia y la producción económica quedan reunidos y forman el capitalismo de nuestra época, donde existen muchos vasos comunicantes aunque su relación no siempre ha sido lo más amistosa.
La ciencia del siglo veinte cambia por el desarrollo de las grandes herramientas y técnicas electrónicas y fotónicas (radar, microscopio electrónico, fotografía, espectroscopía, computadora personal, fibra óptica, radio, televisión e Internet por mencionar algunas) por un lado, y por otro la intervención de los gobiernos en el desarrollo científico. Durante las guerras mundiales el desarrollo tecnológico y la estructuración de áreas tan diversas como la ingeniería de control, la electrónica, la logística y hasta la química de alimentos por mencionar algunas. La necesidad de los gobiernos, principalmente el soviético, el norteamericano y el japonés, para ser capaces de competir en la carrera armamentística y además contribuir al desarrollo de sus propias economías. Este apoyo institucional se vio reflejado en el apoyo de las grandes entidades académicas que tomaron como suya la iniciativa de generación y divulgación del conocimiento, y que se han convertido tanto en referente mundial como en generadoras de propuestas de peso para la generación de política pública: el Instituto Tecnológico de Massachusets y de California, la Universidad de Harvard, Cornell, California Berkley, Tokio, Cambridge, Oxford y la Sorbona por mencionar algunas. Con los altibajos que la turbulenta historia del siglo en materia científica, lo cierto es que recibió un impulso tan importante que sirvió de base para las grandes transformaciones del mundo que vivimos hoy. Este apoyo termina en los años noventa con el triunfo de los Estados Unidos en el final de la Guerra Fría, donde poco a poco el apoyo institucional a la ciencia decae de una manera importante en todo el mundo y hasta la fecha se tienen serias dificultades aún en países como Inglaterra para encontrar financiamiento a los nuevos proyectos científicos, cada vez más sofisticados y caros.
En esta breve revisión histórica hay tres aspectos capitales que impulsaron la innovación que no posee México: facilidad en el transporte para la divulgación de ideas y procesos, la heterogeneidad de pensamiento a lo largo de Europa y una política decidida al impulso del avance científico. Aunque con avances marginales, liderados principalmente por la Academia de Minería y la Universidad Pontificia, el enorme poder ideológico de la Iglesia Católica, la expulsión de los jesuitas durante las reformas borbónicas, los enormes problemas para la comunicación entre las principales ciudades del territorio y la falta de conocimiento de la mayor parte de la población sobre los temas científicos provocó que durante la mayor parte de la historia de México la historia fuera relegada por temas que se consideraron más urgentes. El desarrollo científico quedó gran parte del siglo veinte en manos de ciertas entidades académicas (la Escuela de Ciencias Químicas de Tacubaya, la Escuela de Artes y Oficios, la Academia de San Carlos, el Conservatorio Nacional de Música entre otras) terminaron conformando junto con Minería y la Universidad Pontificia la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico Nacional. Apoyados por una élite culta venida de Europa y que tomaron la dirección de aquellas instituciones, finalmente conformaron los elementos claves de la infraestructura científica en México: los Institutos ligados a la UNAM (Física, Química, Materiales, Investigaciones Jurídicas, Matemáticas Aplicadas y Sistemas, Ciencias del Mar y Limnología, Filosóficas y Filológicas por mencionar algunas) y al Politécnico (Escuela Superior de Ciencias Biológicas, UPIICSA, ESCA, ESIME, ESIQUIE, ESCA,, ESFM, ESOM, UPIIBI, UPITA y el CINVESTAV). En las dos entidades académicas se ha concentrado la formación de gran parte de los especialistas en Ciencia y Tecnología el pasado siglo. Poco a poco la estructuración de las Universidades Autónomas de los Estados, de origen e historia muy diversa, comienza a conformar un sistema de investigación que durante mucho tiempo se desarrolló de manera más o menos independiente de la capital, destacando las Universidades Veracruzana, Autónoma de Nuevo León y de Guadalajara.
El desarrollo de la ciencia en México fue durante todo el siglo veinte una labor marginal que fue creciendo muy lentamente, y hasta la fecha posee en promedio pocos incentivos económicos para su desarrollo. Las Universidades no alcanzan a financiar todos los proyectos que se necesitan, entrampados en burocracia y problemas sindicales, y la mayor parte de la investigación privada en el país es llevada por las grandes empresas multinacionales que no siempre contratan a especialistas nacionales para realizar sus investigaciones. A pesar de la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que ha impulsado muchas carreras de mexicanos destacados, lo cierto es que se les prepara para ocupar plazas en el extranjero ya que el desarrollo nacional es insuficiente y los puestos que se encuentran disponibles se encuentran dominados por un grupo reducido de profesionales que tradicionalmente ha liderado la investigación científica durante el siglo pasado, sin posibilidad de movilidad en ese sector de la sociedad. A pesar de la situación las tres principales condicionantes que limitan el desarrollo científico en México han desaparecido desde mediados de los años noventa: el desarrollo de Internet ha compensado de alguna manera la pésima infraestructura de comunicaciones, la ruptura del partido hegemónico ha permitido el florecimiento de nuevas formas de pensamiento que se formaron durante el desarrollo del régimen priísta, y de alguna manera la presencia de CONACYT ha permitido la implantación de una incipiente política tecnológica, lo cual sienta claramente las bases para comenzar un impulso importante en materia de ciencia y tecnología.
Sin embargo, además de los lastres burocráticos y la resistencia del “establishment” científico por dejar entrar a nuevos investigadores, se suma a que la globalización nos pone a competir con países que poseen una tradición histórica de más de doscientos años (como Inglaterra, Francia, Estados Unidos o Italia) al lado de países en vías de desarrollo que han invertido de manera muy importante en esta materia (China, India o Brasil). Teniendo en contra que hay una pérdida mundial del financiamiento a la innovación por falta de motivos políticos para impulsar el área, terminamos en nuestra situación: un crecimiento económico lento, un sector científico que tarda en desarrollarse y una fuga de cerebros altamente costosa para todo el país ya que muchas familias mexicanas y parte del presupuesto federal y estatal se destina a la formación de profesionales. Además el aumento del crecimiento económico está fuertemente ligado al desarrollo en esta área, y la solución de muchos problemas sociales que van desde la falta de agua para comunidades alejadas y la producción de fertilizantes amigables con el ambiente hasta la producción de medicamentos y el control de enfermedades infecciosas. La desvinculación del sector científico y tecnológico de la discusión pública, el poco financiamiento para impulsar nuevos proyectos y llevarlos a la sociedad y las pocas plazas en el ámbito científico producen una parálisis que impiden que los beneficios de la ciencia lleguen a la mayoría de la población y que la disciplina crezca de manera significativa.
¿Cómo podemos remediar nuestra complicada situación? En primer lugar debemos construir un esfuerzo político importante para incorporar los avances científicos y tecnológicos en nuestra vida cotidiana. Es necesario incorporar a los profesionales de la ciencia y la tecnología en aspectos claves de la vida nacional: la formación de laboratorios policiales de primer nivel en los ministerios públicos y procuradurías en todo el país con los profesionales que ya existen y no encuentran trabajo, además de reformar los marcos jurídicos para dar el peso justo a las pruebas forenses por encima de pruebas menos fiables de acuerdo con estudios recientes como los testigos oculares; es necesario un impulso institucional para encontrar soluciones a los problemas medioambientales mediante la incorporación de profesionales de la ciencia, desde la construcción de sistemas de riego para comunidades rurales hasta la búsqueda de independencia energética ante la crisis del petróleo; el control de la inflación mediante el impulso de la industria nacional para producir tecnologías y productos más baratos que generen empleos o la fabricación de productos que permitan combatir la obesidad y sean más saludables para la población. Las técnicas para resolver muchos de los problemas se encuentran en las universidades, pero la falta de vías institucionales entre los gobiernos y el sector productivo además de las enormes trabas de la propia legislación impiden que muchas situaciones críticas puedan ser resueltas de una manera adecuada, por ello es necesario que las autoridades sean conscientes de las posibilidades del sector de innovación e impulsarlo para garantizar el bienestar social. Además, deben de realizarse reformas urgentes para que no queden los científicos atrapados en laberintos burocráticos y sus trabajos difundidos y publicados ya sea en medios nacionales e internacionales o sus patentes aprovechadas por la industria.
Sin embargo el esfuerzo no solamente debe realizarse a nivel político. Es necesario un cambio radical en la formación de nuestros científicos. Debe de haber una excesiva seriedad en su evaluación y los contenidos que se tengan en su programa deben de ser lo más actualizado y enfocado a la solución de los problemas del país. Además deben de crearse incentivos que, sin alterar el derecho a la libre investigación, promuevan de alguna manera la solución de algún área estratégica. Además debe prepararse al científico para que conozca bien las formas de financiar su investigación y hacerla económicamente sustentable, un aspecto de la formación que se ha descuidado de manera importante. Y debe de darse también un apoyo para los insumos de los estudiantes de la ciencia, ya que conseguir ediciones actualizadas de los libros de texto, aprendizaje de idiomas para incorporar los últimos descubrimientos y apoyo para el uso del material en condiciones adecuadas.
También es necesario un cambio cultural que debe ser impulsado tanto por los medios de comunicación y la comunidad científica en conjunto. Finalmente los beneficios del desarrollo científico no son solamente llegan a través de tecnologías que mejoran nuestra vida diaria. El pensamiento científico es una forma de ver el mundo y analizar nuestra propia realidad, y de ella podemos librarnos de la manipulación y la ignorancia mediante el pensamiento crítico y la información. Por tanto el acceso al conocimiento científico de una manera contextualizada y útil es necesario para la construcción de ciudadanía en el mundo actual. Nuestra deficiencia en educación científica real fundamentalmente se debe a un sistema educativo creado bajo premisas decimonónicas centradas en el cultivo de las humanidades y con técnicas poco modernizadas como el aprendizaje memorístico y la realización de resúmenes y explicaciones en clase. Las evidencias en las evaluaciones hechas a la educación en México hacen evidente que la forma en la cual preparamos a nuestros profesores ha sido un fracaso, y necesita preparase a especialistas que desde la educación básica proporcionen las herramientas para formar a las futuras generaciones. Sin embargo tampoco podemos dejar a la población actual sin su responsabilidad: las nuevas tecnologías proporcionan herramientas para que la brecha educativa disminuya y la mayor parte de la gente se mantenga informada. Es necesario que iniciativas ciudadanas dediquen tiempo para poder cerrar la brecha educativa de la población estando mejor informada para tomar mejores decisiones, tanto en su vida diaria como en su actividad ciudadana.
En resumen, hace solamente veinte años que poseemos las condiciones para poder hacer crecer de manera importante a México en materia de Ciencia y Tecnología. Aunque con logros importantes, su avance fue marginal en el siglo veinte porque no existió un medio de intercambio de información adecuado con el resto del mundo y entre las ciudades del país, por la falta de un acuerdo y una tradición política de apoyo al sector y una falta de discusión ideológica que permitiera el avance del conocimiento. Ahora que comenzamos a poseer el contexto adecuado para su desarrollo nos enfrentamos a la competencia con países que poseen antecedentes y esfuerzos institucionales importantes para solucionar los problemas de sus propios países y enfrentar la producción del resto de los países, por lo que necesitamos un cambio político y cultural importante para impulsar al sector en toda la población, y cambiar los métodos de enseñanza tanto de la educación básica como la universitaria además de la creación de plazas de trabajo que incidan directamente en la mejora del bienestar de la población. De no hacerlo de esta manera nos enfrentaremos a la parálisis que ha caracterizado a México desde los años setenta en la materia, en la cual nos quedaremos rezagados en el concierto internacional, dependientes del extranjero y sin posibilidad de resolver nuestros enormes problemas políticos, económicos y sociales.
Muy interesante artículo.
ResponderEliminarOtra posible explicación:
http://ciencialatina.org/index.php?option=com_content&view=article&id=51:cambiando-al-imaginario-cientifico&catid=38:reflexion&Itemid=56