
Por José Luis Gutiérrez Villafuerte
Considerar la eliminación de los diputados plurinominales es una propuesta viable dada la coyuntura económica que atraviesa nuestro país. Se han tomado medidas en todos los niveles de gobierno encaminadas a reducir el déficit fiscal que atraviesa nuestro país por lo que no debemos dejar de considerar la misma opción para nuestros representantes en el Congreso de la Unión.
Por sólo dar algunos datos, el salario base de un diputado federal es de 96 mil pesos al mes al cual debemos agregar prestaciones y bonos. Si elimináramos los 200 diputados que no son electos de forma directa estaríamos teniendo un ahorro de 20 millones de pesos al mes, y eso que no estamos considerando las prestaciones que reciben estos funcionarios públicos. Ese dinero sería suficiente para extender el programa Oportunidades a 10 mil familias más, cuya actividad productiva tiene mayor impacto que los escándalos o negligencias en las que son ridiculizados nuestros representantes.
La idea de implementar diputaciones plurinominales surgió en la década de 1970 cuando la totalidad de las representaciones en el Congreso estaban ocupadas por el PRI. Es bien sabido por todos que el presidente de la República era la máxima autoridad en el país y que todas sus propuestas eran aprobadas sin problemas pues la totalidad de los votantes en la cámara eran del mismo partido. De hecho, fue hasta principios de 1980 cuando por primera vez tres diputados del Partido del Trabajo se convirtieron en la fuerza de oposición plurinominal dentro del Congreso.
Este hecho fue el primer paso en el camino a la democracia, pero no podemos negar que ha quedado obsoleto. En 1997 por primera vez en la historia el PRI perdió la mayoría de las diputaciones dentro del Congreso y desde entonces se ha mantenido una representación de los tres partidos principales, cada uno con una participación que oscila entre el 25% y 40% del total de curules.
La transparencia en los procesos electorales, la apertura a mayor información, y la confianza de la gente sobre la vida democrática han permitido esta mezcla heterogénea en los espacios de la cámara baja. Si ya hay diversidad, ¿por qué mantener entonces medidas del siglo pasado que generan altos costos y hacen difícil el consenso?
Hemos visto que los partidos políticos dan los curules destinados a los plurinominales a personas a las que les deben favores o a las que no quieren exponer al riesgo de ser votados. No podemos olvidar a Irma Serrano “La Tigresa” o a Jorge Kawashi quienes han sido representantes del pueblo sin someterse a un proceso de aprobación a través del voto. Pareciera que los puestos públicos pueden comprarse con favores o fama.
Además los diputados plurinominales obtienen los mismos ingresos sin necesariamente tener las mismas funciones. Un diputado uninominal cuenta con una oficina en su diputación, donde escucha las necesidades y peticiones de su gente. Un plurinominal técnicamente no tiene una diputación para representar pues sólo es representante de su partido.
Por lo anterior, existen suficientes razones para considerar seriamente la propuesta de eliminar 200 diputados cuya labor no es vital en el Congreso. El Ejecutivo ya hizo lo suyo al eliminar 3 secretarías y reducir el gasto burocrático. Es hora que los diputados recuperen la confianza del pueblo y demuestren que también buscan el beneficio de la sociedad y no sólo el de su bolsillo.