martes, 29 de diciembre de 2009

No más gasto al Congreso



Por José Luis Gutiérrez Villafuerte

Considerar la eliminación de los diputados plurinominales es una propuesta viable dada la coyuntura económica que atraviesa nuestro país. Se han tomado medidas en todos los niveles de gobierno encaminadas a reducir el déficit fiscal que atraviesa nuestro país por lo que no debemos dejar de considerar la misma opción para nuestros representantes en el Congreso de la Unión.

Por sólo dar algunos datos, el salario base de un diputado federal es de 96 mil pesos al mes al cual debemos agregar prestaciones y bonos. Si elimináramos los 200 diputados que no son electos de forma directa estaríamos teniendo un ahorro de 20 millones de pesos al mes, y eso que no estamos considerando las prestaciones que reciben estos funcionarios públicos. Ese dinero sería suficiente para extender el programa Oportunidades a 10 mil familias más, cuya actividad productiva tiene mayor impacto que los escándalos o negligencias en las que son ridiculizados nuestros representantes.

La idea de implementar diputaciones plurinominales surgió en la década de 1970 cuando la totalidad de las representaciones en el Congreso estaban ocupadas por el PRI. Es bien sabido por todos que el presidente de la República era la máxima autoridad en el país y que todas sus propuestas eran aprobadas sin problemas pues la totalidad de los votantes en la cámara eran del mismo partido. De hecho, fue hasta principios de 1980 cuando por primera vez tres diputados del Partido del Trabajo se convirtieron en la fuerza de oposición plurinominal dentro del Congreso.

Este hecho fue el primer paso en el camino a la democracia, pero no podemos negar que ha quedado obsoleto. En 1997 por primera vez en la historia el PRI perdió la mayoría de las diputaciones dentro del Congreso y desde entonces se ha mantenido una representación de los tres partidos principales, cada uno con una participación que oscila entre el 25% y 40% del total de curules.

La transparencia en los procesos electorales, la apertura a mayor información, y la confianza de la gente sobre la vida democrática han permitido esta mezcla heterogénea en los espacios de la cámara baja. Si ya hay diversidad, ¿por qué mantener entonces medidas del siglo pasado que generan altos costos y hacen difícil el consenso?

Hemos visto que los partidos políticos dan los curules destinados a los plurinominales a personas a las que les deben favores o a las que no quieren exponer al riesgo de ser votados. No podemos olvidar a Irma Serrano “La Tigresa” o a Jorge Kawashi quienes han sido representantes del pueblo sin someterse a un proceso de aprobación a través del voto. Pareciera que los puestos públicos pueden comprarse con favores o fama.

Además los diputados plurinominales obtienen los mismos ingresos sin necesariamente tener las mismas funciones. Un diputado uninominal cuenta con una oficina en su diputación, donde escucha las necesidades y peticiones de su gente. Un plurinominal técnicamente no tiene una diputación para representar pues sólo es representante de su partido.

Por lo anterior, existen suficientes razones para considerar seriamente la propuesta de eliminar 200 diputados cuya labor no es vital en el Congreso. El Ejecutivo ya hizo lo suyo al eliminar 3 secretarías y reducir el gasto burocrático. Es hora que los diputados recuperen la confianza del pueblo y demuestren que también buscan el beneficio de la sociedad y no sólo el de su bolsillo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

No estamos listos para la reelección



Por José Antonio Bruni Villaseñor


En las últimas semanas he escuchado a diversos catedráticos de mi universidad haciendo énfasis en la importancia de la reelección como mecanismo para garantizar la rendición de cuentas. Dicen que así los diputados, senadores, y hasta el mismo presidente se preocuparían por cumplir las promesas que hicieron desde el inicio.
Quién no recuerda la famosa promesa de ser “El presidente del empleo”, que lanzó Felipe Calderón durante su propuesta. Sabemos que México está pasando por los peores niveles de desempleo de los últimos años. Si bien se debe a la crisis económica mundial, también es cierto que la presidencia de la República no ha hecho mucho para promover reformas estructurales que promuevan la generación de empleos. ¿Acaso Calderón se preocuparía por generar más empleos si hubiera la posibilidad de reelección? No lo sabemos.

Lo que sí es cierto es que nuestros gobernantes no son blancas palomas. Cada vez que alguien menciona la posibilidad de la reelección viene a mi mente la idea de Carlos Salinas de Gortari reeligiéndose indefinidamente, engañando al pueblo con ideas de prosperidad económica basadas en el endeudamiento. Yo creo que dar la oportunidad de reelección no necesariamente motivaría a los funcionarios públicos a cumplir sus promesas para quedarse un periodo más, sino que también los motivaría a decir mentiras y engañar con más astucia para hacer creer que son la mejor opción para continuar en el cargo. No dudo que Salinas de Gortari hubiese ideado algún mecanismo para mantener la prosperidad del país un sexenio más a cambio de dejarlo aún más en la ruina a su salida.

Nuestros gobernantes no están preparados para la reelección. Vemos que muchos de ellos sólo ocupan esas posiciones para gozar de los frutos del poder, como lo hemos visto con célebres figuras como Pancho Cachondo o Irma Serrano. Si esas personas son capaces de hacer lo que fuera por estar un periodo en el poder, ahora imaginémonos todo lo que harán para llegar a un curul sabiendo que pueden quedarse allí de forma indefinida.

Otra consecuencia sería que los partidos políticos podrían colocar a funcionarios de manera indefinida en el poder. Es decir, si la reelección fuera indefinida también para las posiciones plurinominales entonces tendríamos que los partidos políticos podrían dejar en esas vacantes a funcionarios públicos por décadas. De hecho, hasta podrían venderse esas posiciones pues meter a una persona al Congreso de la Unión podría significar dejarla allí para siempre.

Como vemos, existe mucha ambición para ocupar los cargos públicos, y la posibilidad de la reelección haría que esa ambición se incremente pues los beneficios de entrar al poder son mayores. Esa ambición descontrolada haría que los funcionarios públicos comentan atrocidades que hasta ahora no hemos visto, pero de las cuales seguro son capaces de realizar.

Además, considero que la reelección no es positiva pues siempre debe existir la posibilidad de incluir a nuevas personas dentro de la vida política. Ellas le dan vitalidad y nuevas ideas al ejercicio democrático.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Democracia efectiva, sí reelección


























Por Miguel Ángel Sánchez Studer

En México no es sencillo hablar de la reelección. Todos sabemos de memoria la frase que Francisco I. Madero hizo su principal legado, la cual dice “Sufragio Efectivo, No Reelección”. Es el lema de la Revolución por lo que ha sobrevivido generaciones y seguirá estando entre los mexicanos.

Sin embargo, ¿esa propuesta sigue vigente? ¿Es aún válido pensar que la no reelección es el mejor mecanismo para garantizar una vida democrática? Yo considero que no. Una vida democrática no se crea por la posibilidad de reelegirse una o dos veces, sino por la capacidad que tienen los ciudadanos de elegir a sus propios gobernantes.

Cada vez es más visible la necesidad de contar con representantes que puedan estar en un cargo público más de una vez, esto se debe principalmente a dos razones. La primera de ellas es que los funcionarios públicos adquieren mayor experiencia lo que les permite dominar las tareas de un cargo en específico, y la segunda es que la reelección es un mecanismo para incentivar a los congresistas y en general a cualquier persona de cargo público a cumplir sus promesas para que puedan seguir en el poder.

En el primer caso hacíamos referencia a la importancia de dominar las tareas de un cargo en específico. Para el caso de los diputados, por ejemplo, tres años en el poder puede representar un periodo corto de tiempo para entender por completo sus responsabilidades y poder generar eficiencia. Es claro que no existe una escuela que permita a los diputados tener previamente una experiencia como la que obtienen al tomar su cargo; legislar es una actividad para la cual se necesita desarrollar cierto grado de maestría para volverse cada día más eficiente.

La segunda y aún más importante razón es que la reelección es un mecanismo para incentivar al cumplimiento de las promesas de campaña, pues de lo contrario la gente no votaría por esos candidatos para continuar en el poder por un segundo periodo. Cuando existe un mecanismo para la reelección los servidores públicos saben que deben ganar de nuevo el voto de las personas; por el contrario, cuando ya conocen de antemano su fecha de término no tienen incentivos para dar un esfuerzo adicional.

Ese es un principio básico en la administración; de hecho, los diputados no tienen incentivos sobre ascensos o aumentos de salarios. El único compromiso que tienen es con su partido, por lo que se esfuerzan por entablar relaciones de largo plazo con los altos funcionarios de la bancada en lugar de preocuparse por los intereses del pueblo.

Ahora bien, es necesario entender que no es sencillo cambiar la mentalidad de las personas. Estoy completamente consciente que promover la reelección en México es tarea difícil. Como lo mencioné al inicio, existe un gran tabú en el país sobre este tema, y además la percepción que la mayoría de la población tiene acerca de los diputados no es favorable. Si se hace la propuesta de reelección puedo imaginar que la mayoría de las personas pensará que sólo se trata de una estrategia para quedarse en el poder y seguir ganando mucho dinero.

Es por ello que una idea de esa magnitud debe ser precedida por una campaña educativa en la que se informe a la gente las ventajas de generar experiencia para el desarrollo de competencias en la administración pública. Además es tarea de los diputados ganarse de nuevo la confianza de la gente para que al momento de proponer la reelección no sea visto como una artimaña para quedarse en el poder. Sin duda alguna la principal reto de nuestros congresistas es generar credibilidad.

martes, 22 de diciembre de 2009

De cara al bicentenario: Somos mexicanos, pongámonos de acuerdo


Por Fernanda Sandoval

El más grave problema que México ha vivido en los últimos 200 años es que nunca hemos podido ponernos de acuerdo para diseñar una estrategia de nación que guíe a nuestro gobierno, nuestras empresas, nuestro sistema educativo y que nos hagan los más destacados en un área en particular alrededor del mundo.

La historia de México ha estado plagada de desacuerdos. En el mismo instante en que se firmó el acta de independencia de México el 27 de septiembre de 1821 existía incertidumbre sobre el tipo de gobierno que habría de tomarse y sobre la corriente política sobre la cual la autoridad ejercería sus labores. El problema es que dos siglos después sigamos con esa pregunta. ¿Qué hemos hecho entonces todo este tiempo?

En la primera mitad del siglo XIX los liberales querían instalar un gobierno republicano y federal en el que los ciudadanos eligieran a sus gobernantes. Los conservadores, por su parte, querían imponer un gobierno monárquico.

Todo el siglo XIX fue una lucha entre liberales y conservadores por tomar el poder; ambas partes creían tener la razón y se olvidaron por completo de invertir en el desarrollo de nuevas tecnologías que ya estaban definiendo en el mundo quiénes serían los líderes del panorama internacional. En ese mismo siglo Estados Unidos construía la ruta de ferrocarriles más grande sobre el globo y expandía su dominio al oeste; en Francia e Inglaterra se sentaron las bases de la biología con la teoría de la evolución, de la sociología con la ideología positivista, de la química con el análisis de los elementos químicos, y se perfeccionaban técnicas de navegación, comunicación, transporte y se conectó por primera vez un cable telefónico trasatlántico entre Londres y Nueva York.

¿Qué hacíamos en México? Realizábamos una ceremonia fúnebre a la pierna de un dictador llamado Antonio López de Santa Anna quien por cierto había perdido más de la mitad del territorio mexicano y había vendido otras tierras de la frontera; perdíamos comunicación con los estados del sureste que pronto se independizaron y formaron nuevas naciones; vivíamos entre gobernantes guiado por ansias de poder pues incluso llegamos a tener dos presidentes al mismo tiempo (durante el periodo de reforma que tuvimos a Benito Juárez y Félix Zuloaga); y fomentábamos el sistema feudal de producción que años después estallaría en una revolución. Cada gobernante hacía lo que quería y el sistema político era un desastre.

De hecho, fue hasta la época de Porfirio Díaz cuando el país empezó a apostarle al desarrollo tecnológico. Se atrajo inversión extranjera y se extendió la red ferroviaria por toda la nación, además de haberse instalado los primeros sistemas de provisión eléctrica en la capital del país.

Al término de la Revolución Mexicana empezó de nuevo la discordia. Sucesos presidenciales infructuosos, caudillos en el poder que no habían cumplido con las promesas de la revolución. Era el momento adecuado para pensar en un proyecto de nación, para sacar adelante a los más necesitados, para aprovechar los deseos de las mayorías por construir un país unido y a la vanguardia, pero los gobernantes del momento aprovecharon ese momento histórico sólo para sentar las bases de un gobierno que habría de perdurar por más de 70 años.

Aunque pareciera que esos tiempos de discordia y peleas entre facciones políticas quedó en el pasado, vemos que eso no es cierto. Por ejemplo, la toma de poder del presidente Felipe Calderón pareció un acto de circo; los congresistas de ideología de izquierda se comportaron como niños al impugnar un fraude que nunca existió, pero sobre todo hicieron del Congreso de la Unión un mercado en el que cada uno quería imponer su opinión.

Lo mismo ha sucedido en varias ocasiones. Los congresistas del ala izquierda han tomado en repetidas ocasiones el Congreso de la Unión, impidiendo el diálogo y prometiendo quedarse allí hasta que se haga caso a sus peticiones. ¿Acaso no es eso lo que hace un niño berrinchudo? ¿Acaso no es eso lo que hace un niño que no puede llegar a acuerdos? ¿Acaso imponer su opinión e impedir el diálogo es la mejor forma de gobernar?

México, necesitamos que tengas la voluntad de generar acuerdos. Necesitamos que nuestros gobernantes por primera vez en la historia se pongan en los zapatos del otro, que tengan la disposición de escuchar las ideas y propuestas de los demás, que se den cuenta que nuestro país no saldrá adelante hasta que ellos tengan la disposición de escuchar y generar acuerdos.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Los retos de México de cara al bicentenario

Por Juan Enrique Magaña

Pronto llegará el 2010, el año el que se cumple el bicentenario del inicio del movimiento de independencia y del centenario de la guerra de revolución. Un momento histórico único que se enmarcará de celebraciones en todo el país en donde podremos reflexionar sobre los principales logros que hemos tenido pero sobretodo de los retos que hemos de cumplir en los próximos años.

Sabemos que México es un país líder en América Latina por los niveles de producción que superan a la gran mayoría de las naciones de la región, además de contar con uno de los territorios más grandes y una población de más de 100 millones de personas. Sin embargo, si nos comparamos con los países desarrollados vemos que aún quedan muchos retos por cumplir, encaminados a mejorar la calidad de vida de nuestros habitantes. El reto es aún más grande, pues en los próximos 20 años México contará con la mayor parte de su población en edad productiva; en unos 30 años esa etapa habrá pasado y esa ventaja de contar con una masa productiva mayoritaria se convertirá en el problema de dar servicios de salud y de pensión a esas personas que ya estarán iniciando la tercera edad.

¿Cuáles son entonces los retos más importantes de México?

1. La educación. Nuestro país no podrá salir adelante hasta que sea una sociedad capacitada y educada que pueda generar bienes o servicios con alto valor agregado. Mientras sigamos dependiendo de la producción de materias primas y mientras sigamos importando tecnología no podremos considerarnos un país desarrollado. La educación es un elemento INDISPENSABLE para llegar a ese nivel de desarrollo; desgraciadamente hoy en día cerca del 70% de nuestros estudiantes no obtienen el puntaje mínimo en la prueba ENLACE que los acredita con habilidades mínimas de análisis matemático y comprensión verbal por lo que no están a niveles competitivos internacionales.

2. Reforma fiscal, energética y laboral. México vivirá en 2010 con el peor déficit fiscal de los últimos treinta años, y esto en parte se debe al pésimo sistema de recaudación de impuestos que tenemos. Mientras no tengamos la casa ordenada con un respetable sistema de recaudación seguiremos viendo pasar en el Congreso propuestas sobre incrementos de impuestos.

De igual forma, necesitamos una reforma energética que implemente procesos más eficientes para la extracción de petróleo, que garantice que nuestro país pueda dar valor agregado al crudo transformándolo en combustibles, y que además se cree toda una cadena productiva en la que se beneficien las decenas de industrias que dependen de este insumo. Además se necesita hacer que el sector de la industria eléctrica no sea tan ineficiente ni genere tantas pérdidas; la eliminación de Luz y Fuerza del Centro fue apenas el primer paso.

También necesitamos una reforma laboral, pues en México los sindicatos ejercen presión a los sectores productivos y no los dejan contratar a los mejores y eliminar a los corruptos. Son muchas las prestaciones que se les da a los trabajadores protegidos por los sindicatos e incluso conservan su trabajo aunque sean pésimos en lo que hacen.

3. Necesitamos gobernantes de calidad. Los diputados y senadores del Congreso de la Unión, así como algunos gobernadores, son una burla para el país. Es increíble que gente de ese nivel pueda estar al frente de 108 millones de personas. No pueden generar acuerdos pues cada vez que no le hacen caso a una facción política ésta toma la tribuna del Congreso. Además son pésimos gobernantes con un estilo de vida llena de despilfarros, a quienes se les ha visto borrachos, endeudándose en Las Vegas, o incluso con mujeres de dudosa reputación.

4. Una sociedad menos paternalista. Aunque no cuesta admitirlo, gran parte del problema de México es que la gran mayoría de la población espera que las respuesta vengan de afuera, en especial del gobierno. He vivido en el Distrito Federal toda mi vida y me duele mucho ver todos los días gente conformista cuya ambición máxima en la vida es molestar al otro, comprar una casa pequeña y vivir sin trabajar. ¡Qué vida! Ojalá tuviéramos mexicanos con ambiciones, con el deseo de educarse y hacer algo por su sociedad. Créelo o no, gente con ambiciones es escasa, muy escasa.

5. Necesitamos un proyecto de nación. México tira piedras por todos lados, sin elegir un área en el plano internacional en la que se comprometa a ser el líder. No especializamos a nuestros profesionistas en ningún área en particular, y de hecho no existe una industria en la que seamos realmente buenos. Tampoco hemos especializado nuestras regiones, ni hemos creado ciudades que sean líderes en un área en particular en el mundo.Existen muchos otros retos que México debe cumplir, pero considero que los cinco anteriores son los más relevantes para potenciar el crecimiento económico. Si lográramos sentar las bases para cumplir esos objetivos en lo que queda de este sexenio y en el siguiente, México podría tomar por los cuernos al gran toro de la globalización que nos dará con toda su fuerza en las próximas tres décadas.