
Por Fernanda Sandoval
El más grave problema que México ha vivido en los últimos 200 años es que nunca hemos podido ponernos de acuerdo para diseñar una estrategia de nación que guíe a nuestro gobierno, nuestras empresas, nuestro sistema educativo y que nos hagan los más destacados en un área en particular alrededor del mundo.
La historia de México ha estado plagada de desacuerdos. En el mismo instante en que se firmó el acta de independencia de México el 27 de septiembre de 1821 existía incertidumbre sobre el tipo de gobierno que habría de tomarse y sobre la corriente política sobre la cual la autoridad ejercería sus labores. El problema es que dos siglos después sigamos con esa pregunta. ¿Qué hemos hecho entonces todo este tiempo?
En la primera mitad del siglo XIX los liberales querían instalar un gobierno republicano y federal en el que los ciudadanos eligieran a sus gobernantes. Los conservadores, por su parte, querían imponer un gobierno monárquico.
Todo el siglo XIX fue una lucha entre liberales y conservadores por tomar el poder; ambas partes creían tener la razón y se olvidaron por completo de invertir en el desarrollo de nuevas tecnologías que ya estaban definiendo en el mundo quiénes serían los líderes del panorama internacional. En ese mismo siglo Estados Unidos construía la ruta de ferrocarriles más grande sobre el globo y expandía su dominio al oeste; en Francia e Inglaterra se sentaron las bases de la biología con la teoría de la evolución, de la sociología con la ideología positivista, de la química con el análisis de los elementos químicos, y se perfeccionaban técnicas de navegación, comunicación, transporte y se conectó por primera vez un cable telefónico trasatlántico entre Londres y Nueva York.
¿Qué hacíamos en México? Realizábamos una ceremonia fúnebre a la pierna de un dictador llamado Antonio López de Santa Anna quien por cierto había perdido más de la mitad del territorio mexicano y había vendido otras tierras de la frontera; perdíamos comunicación con los estados del sureste que pronto se independizaron y formaron nuevas naciones; vivíamos entre gobernantes guiado por ansias de poder pues incluso llegamos a tener dos presidentes al mismo tiempo (durante el periodo de reforma que tuvimos a Benito Juárez y Félix Zuloaga); y fomentábamos el sistema feudal de producción que años después estallaría en una revolución. Cada gobernante hacía lo que quería y el sistema político era un desastre.
De hecho, fue hasta la época de Porfirio Díaz cuando el país empezó a apostarle al desarrollo tecnológico. Se atrajo inversión extranjera y se extendió la red ferroviaria por toda la nación, además de haberse instalado los primeros sistemas de provisión eléctrica en la capital del país.
Al término de la Revolución Mexicana empezó de nuevo la discordia. Sucesos presidenciales infructuosos, caudillos en el poder que no habían cumplido con las promesas de la revolución. Era el momento adecuado para pensar en un proyecto de nación, para sacar adelante a los más necesitados, para aprovechar los deseos de las mayorías por construir un país unido y a la vanguardia, pero los gobernantes del momento aprovecharon ese momento histórico sólo para sentar las bases de un gobierno que habría de perdurar por más de 70 años.
Aunque pareciera que esos tiempos de discordia y peleas entre facciones políticas quedó en el pasado, vemos que eso no es cierto. Por ejemplo, la toma de poder del presidente Felipe Calderón pareció un acto de circo; los congresistas de ideología de izquierda se comportaron como niños al impugnar un fraude que nunca existió, pero sobre todo hicieron del Congreso de la Unión un mercado en el que cada uno quería imponer su opinión.
Lo mismo ha sucedido en varias ocasiones. Los congresistas del ala izquierda han tomado en repetidas ocasiones el Congreso de la Unión, impidiendo el diálogo y prometiendo quedarse allí hasta que se haga caso a sus peticiones. ¿Acaso no es eso lo que hace un niño berrinchudo? ¿Acaso no es eso lo que hace un niño que no puede llegar a acuerdos? ¿Acaso imponer su opinión e impedir el diálogo es la mejor forma de gobernar?
México, necesitamos que tengas la voluntad de generar acuerdos. Necesitamos que nuestros gobernantes por primera vez en la historia se pongan en los zapatos del otro, que tengan la disposición de escuchar las ideas y propuestas de los demás, que se den cuenta que nuestro país no saldrá adelante hasta que ellos tengan la disposición de escuchar y generar acuerdos.
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